martes, 5 de abril de 2011

Hay cosas que das por perdidas y vuelven cuando menos lo esperas

Esto si que se trata de un suceso histórico. Ha pasado casi un año desde que no actualizo 'Tortilla de mi padre', y parece ser que mi instinto de escritor ha vuelto a despertar en este mismo instante en el que mi madre está viendo una serie rara del canal Telecinco. Es un buen momento para volver a escribir, y he decidido darle una utilidad a mi blog , ahora que vuelvo a tener, de nuevo, sentimientos que contaros. Pese a todo, os digo que sabría que algún día este espacio volvería como una estrella fugaz, de forma impredecible, porque sino, ya lo hubiese borrado. Os admito que he de recuperar, de nuevo, mi mecánica en la redacción a la que estaba habituado el año pasado, pero espero que me disculpéis, ya que esto de la escritura es como el montar en bicicleta, que nunca se olvida, por mucho que después de una larga abstención puedas tener un día o dos en el que te sientas un pésimo conductor.

¿Cuál es la finalidad que persigue el despertar del coma de 'Tortilla de mi padre'? La renovación de mi alma. Un cambio se acerca, chicos y chicas, un enorme cambio, una renovación ideológica y existencial en mi vida, ahora que cada día veo más cerca el momento en el que me marche de Huelva. Quiero que presenciéis los últimos momentos del antiguo Blas y que podáis convertiros en los testigos del resurgir de uno nuevo. Las futuras entradas que escribiré hasta el final del verano será mi último testimonio antes de comenzar mi enmienda definitiva.

Posiblemente, vuestro testimonio vaya a ser algo únicamente anecdótico. ¿Por qué? Cuando llegue a Madrid, la existencia de 'Tortilla de patatas de mi padre' sufrirá una revolucionaria transformación y el blog morirá para reencarnarse en otro. En Madrid, querré deshacerme de mi antiguo yo y buscaré un auténtico renacer, y ese renacer incluirá la eliminación de todas las entradas de este blog, la creación de un nuevo MSN y un intento por fomentar una nueva filosofía existencial de mi parte en torno a la vida, así como el olvidar las cicatrices que han mellado mi vida en una etapa que ha comprendido desde los 13 hasta los 18 años. Una vez las entradas de este blog sean eliminadas, su nombre cambiará, y el espacio será tomado por dos personas, hablo de mi amigo Migue y yo, quienes, en ese futuro hipotético que aún no existe, os transmitiremos nuestras vivencias como estudiantes universitarios de Japonés y como dos simpáticos torpes que buscan la superación lejos de Andalucía.

Con todo esto, no niego que deje entrever cierta pasión juvenil, este inconformismo, esta revolución personal, este deseo de escapar de unas cadenas invisibles que me rodean no deben ser muy diferentes a la naturaleza de mi edad, como ciudadano novel. El cumplir 18 años tal vez me haya sentado muy mal o muy bien dependiendo del punto de vista que empleemos. He descubierto y he llegado a admitir que soy un idealista frustrado, aunque luchador. He llegado a sacar muchas conclusiones de este mundo que nos rodea, y desde que he alcanzado la mayoría de edad, el agon entre mis ideas y mi visión del mundo ha sido constante y sumamente caótico... mis dudas han sido un verdadero quebradero de cabeza: ¿Merece la pena ser bueno en este mundo? ¿Por qué la maldad se alza con el triunfo en esta vida y con la felicidad, y los buenos deben sufrir las penurias del mundo? ¿He sido un ingenuo durante todo este tiempo? ¿Debería erradicar mi inocencia y ser más desconfiado para que nunca me vuelvan a engañar? ¿Cuánto más te preocupes de alguien más te ignoran?

Tal vez hay ideas que son consustanciales a mí, como la inocencia o la torpeza, pero, igual que esas dos ideas son inalienables a mi ser, también lo es de este modo la búsqueda de mi propia perfección personal, mi incansable condición que me obliga a escalar las montañas y a luchar contra mis propios defectos. Sin embargo, ahora que admito abiertamente que soy un idealista frustrado, alguien que se rige por los ideales de un mundo utópico y perfecto a pesar de los sinsentidos del Hombre, en algo si creo que podría conseguir una revolución: en el quererme a mí mismo. Tal vez con mi renovación personal y mi renacer si que consiga esto, y es que en este mundo, si los malos van con la cabeza alta, los buenos deben ir con la cabeza altísima por no ser unos borregos. Espero que mi revolución personal termine trayendo esto, porque aunque me lo propongo mucho, es difícil conseguirlo, pero los cambios llegan con el tiempo...

Y esa es mi esperanza. ¡Tres hurras por los Idealistas!